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La fotografía arqueológica, un viaje por la historia

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Cuando Howard Carter y Lord Carnarvon entraron el 4 de noviembre de 1922 en la tumba intacta de Tutankamón (la célebre KV62) iban acompañados de un miembro de la exposición desconocido, pero cuya misión era excepcionalmente importante, su fotógrafo Harry Burton. La labor de este técnico se volvía trascendental para el correcto inventariado de los objetos recuperados de la tumba, así como para su posterior puesta de largo ante la prensa y científicos internacionales. La fotografía arqueológica tuvo desde el último cuarto del siglo XIX a mediados del XX una importancia capital en el desarrollo de la arqueología moderna.

El extraordinario trabajo de Burton puede hoy en día verse online gracias a la fantástica base de datos que ha colgado el Griffith Institute de Oxford con todas sus fotografías. Es sólo un ejemplo de los miles de fotógrafos desconocidos que durante décadas documentaron los diferentes hallazgos surgidos en la denominada Edad de Oro de la Arqueología, entre finales del XIX y principios del XX.

Esta nueva técnica fotográfica fue la herramienta perfecta para suplir a los costosos grabadores y litografistas que se habían utilizado hasta entonces para mostrar algunas de las reliquias del pasado, como es el caso de Étienne Dupérac del que hablamos en este blog. Para los arqueólogos y estudiosos suponía una revolución que permitía en pocos minutos disponer de una imagen fidedigna de la realidad, reproducible y mucho más económica que otros métodos más manuales. Así los pesados aparatos fotográficos primero, y las primeras cámaras compactas después, se convirtieron en herramientas tan características del oficio de arqueólogo como el cincel o el cepillo.

La fotografía documental se asociaba a la arqueología no sólo para inventariar los descubrimientos, sino también para preservar su recuerdo, como podemos observar en las fotografías que acompañan este artículo. Este hecho nos permite conocer, por ejemplo cual era el estado de conservación de numerosos monumentos egipcios gracias a los numerosos calotipos tomados con el procedimiento de Blanquart-Evrard que realizó Maxime du Camp en su expedición de la década de 1850. Del mismo modo, en Roma permite acercarnos a las obras de recuperación del Coliseo o descubrir monumentos hoy perdidos como la antigua fuente romana Meta Sudans, demolida por el régimen fascista de Mussolini para que sus tropas pudiesen desfilar a gusto.

Paralelamente a expediciones que oscilaban entre el turismo y la investigación como la de du Camp, entre ciertas instituciones estatales también surgió la necesidad de inventariar el estado de su riqueza arqueológica como es el caso de la excepcional Mision Heliographique, una serie de campañas fotográficas financiadas por la Administración de las Bellas Artes francesa en 1851. Su finalidad era disponer de documentos fiables de cara a la serie de restauraciones que se llevarían a cabo en Francia en la segunda mitad del XIX. Otro de los referentes en estos primeros paso de la fotografía arqueológica fueron los hermanos Louis y Auguste Bisson, cuya obra Choix d’ornaments árabes de l’Alhambra, offrant une synthèse de l’ornement mauresque en Espagne au XIII siècle con 19 fotografías del monumento por excelencia de la ciudad granadina publicado en 1853.

Pronto todas las excavaciones arqueológicas incorporaron un fotógrafo, tanto es así que en 1887 resulta significativo que el director de la expedición francesa a Delfos, Th. Homolle concediera la dirección técnica al reconocido fotógrafo e ingeniero Henry Convert. Con el cambio de siglo, la fotografía se fue afianzando como un elemento imprescindible gracias a su generalización como registro procesal de las excavaciones arqueológicas.

Hoy en día la tecnología fotográfica esta ya plenamente integrada en la labor del arqueólogo, no sólo para documentar los descubrimientos sino para inventariar los objetos, analizar sus texturas e incluso realizar reconstrucciones virtuales en 3D, como vimos en un reciente artículo de este blog. Todo el legado que nos han dejado aquellos fotógrafos anónimos de las expediciones arqueológicas nos permiten descubrir cómo eran muchos monumentos arqueológicos en el momento justo en los que se descubrieron. Una verdadera maravilla que nos permite hacer un viaje al pasado y poder vivir por unos instantes aquellas impresionantes sensaciones que debieron disfrutar los primeros arqueólogos.

A continuación una muestra de ellas:

 

 

Fuentes:

  • La fotografía en la arqueología española (1860-1960) (Susana González Reyero, 2007)
  • Wikipedia

 

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4 comentarios en «La fotografía arqueológica, un viaje por la historia»

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