La polio es una de las enfermedades más terribles y temibles de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, especialmente en Estados Unidos. El hecho que fuera tan desconocida, su enorme viralidad, y especialmente, su afectación principalmente en la población infantil, la hacían una pandemia temida sobre todo en los meses de verano, cuando era más habitual su propagación. Pero un investigador norteamericano logró erradicar el problema prácticamente de cuajo con la invención de una vacuna milagrosa que lo convirtió, de la noche a la mañana, en un auténtico héroe americano. Y lo mejor de todo, es que no patentó su descubrimiento, sino que lo donó a la humanidad, en un gesto que le honra y que hace todavía más impresionante su historia.
Hoy en día la polio es una enfermedad prácticamente erradicada: la OMS anunció la erradicación de la polio tipo 3 el año pasado, mientras la tipo 2 se consiguió erradicar ya en 2015 y sólo queda la erradicación de la tipo 1, aún presente en algunos pocos países como Pakistán, Afganistán, Nigeria o Filipinas. Pero la polio desde que fue descrita por primera vez por el alemán Jakob Heine en 1840, fue una de las pesadillas epidémicas más habituales de cambio de siglo. No tanto por su mortandad, como por el efecto psicológico de sus secuelas y por ser sus víctimas preferidas los niños.
Aunque fuera descubierta a mitad de siglo XIX, no fue hasta 1905 cuando Otto Ivar Wickman reconoció que la poliomelitis era un enfermedad infecciosa gracias al estudio de la gran epidemia de ese mismo año en su país, Suecia. Mientras, en 1909 Landsteiner and Popper descubrieron el carácter infeccioso de la poliomielitis, aislando el poliovirus. Además, no fue hasta la década de los 50s cuando el virus pudo ser visible con el desarrollo del microscopio de electrones.
Una enfermedad temida
Poco a poco esta peligrosa enfermedad empezaba a ser entendida al tiempo que sus epidemias se hacían cada vez más virales y su mortandad avanzaba imparable en episodios que causaban un gran terror en las grandes ciudades europeas y norteamericanas durante sus terribles infecciones estivales.
Una de las más famosas fue la epidemia de polio del noreste de Estados Unidos durante el verano de 1916, que sólo en Nueva York se llevó la vida de 2.000 personas y en todo el país fueron más de 6.000 fallecidos, dejando a 27.000 personas con terribles parálisis y deformaciones, especialmente niños. Gracias a esta terrible epidemia que causó un pánico total en todo el país, el Public Health Service pudo registrar la importancia de los casos asintomáticos en la distribución y viralidad de la enfermedad.
Con el paso de los años los brotes de polio gradualmente se volvieron más severos, más frecuentes y generalizados en toda Europa y los Estados Unidos en las primeras décadas del siglo XX. Las epidemias veraniegas de polio se volvieron tan comunes en esta era, que conducían muchas veces al cierre generalizado de piscinas, parques de atracciones y otros lugares donde se reunían los niños.
El propio presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt fue la víctima más reconocida del mundo de esta enfermedad y fundó la organización que patrocinó el desarrollo de una vacuna.
El desarrollo dela vacuna
La poliomelitis es una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al sistema nervioso y se denomina infantil ya que afecta principalmente a niños de 4 a 15 años en climas templados. En su forma aguda causa inflamación en las neuronas motoras de la médula espinal y del cerebro y lleva a la parálisis, atrofia muscular y muy a menudo deformidad. En el peor de los casos puede causar parálisis permanente o la muerte.
En el caso de Estados Unidos, la terrible epidemia de 1952 fue uno de los peores brotes de la historia de la nación y el verdadero inicio de una carrera sin límites para encontrar un tratamiento o una forma de prevenirla. De los casi 58.000 casos reportados ese año, 3.145 fallecieron y 21.269 quedaron afectados por parálisis, siendo niños la mayor parte de las víctimas.
La poliomielitis empezó a controlarse en 1949 cuando el bacteriólogo John Franklin Enders logró cultivar el virus en laboratorio dentro de tejidos. Basándose en esa técnica el epidemiólogo Jonas Edward Salk desarrolló una vacuna para los tres tipos de poliomielitis conocidos en 1954, nacía el mito del gran héroe americano del momento.
Nuestro héroe, Jonas Edward Salk, nació el icónico año 1914 en el seno de una familia de inmigrantes de origen ruso-judío, todo un clásico de su Nueva York natal. Cuando tenía doce años de edad, ingresó en la Escuela Secundaria Townsend Harris, una escuela pública para estudiantes dotados intelectualmente y sin recursos. Posteriormente, estudió medicina en la prestigiosa Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York donde decidió que se decantaría por la investigación.
Sería a partir de 1948 en la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh donde trabajaba, cuando aprovechó un proyecto creado por la Fundación Nacional para la Parálisis Infantil para determinar el número de tipos diferentes de virus de la poliomielitis, para orientar sus investigaciones en el desarrollo de una vacuna contra la polio.
Mientras la mayoría de investigadores buscaban una vacuna contra la polio basándose en virus vivos, Salk apostó por encontrar una solución rompedora mediante el uso de virus muertos que probó primero en monos y después en jóvenes que ya habían padecido la enfermedad, e incluso en sus propios hijos.
El Francis field Trial
A partir de 1953 el Gobierno le dio permiso para iniciar la prueba piloto más espectacular de la historia de la medicina, el denominado Francis Field Trial que se desarrollaría en 1954 y en la que llegaron a participar ni más ni menos que 1,8 millones de niños de las escuelas de 44 estados de Estados Unidos, desde Maine a California, además de 20.000 médicos y agentes de la salud pública, 64.000 académicos y más de 20.000 voluntarios.
Una macro estudio que permitió a Sacks presentar unos resultados espectaculares el 12 de abril de 1955, precisamente el día del décimo aniversario de la muerte de enfermo de polio más famoso de la historia, el presidente Franklin D. Roosevelt. De todos los casos analizados 440.000 recibieron una o más inyecciones de la vacuna, sobre 210.000 recibieron un placebo, y el resto de cerca de 1,2 millones no recibieron vacunación alguna y sirvieron como grupo de control. La nueva vacuna demostró una efectividad del 90% para las polios tipo 2 y 3, entre un 60–70% para la polio tipo 1, y un 94% de efectividad contra el desarrollo de la polio bulbar.
Tras el éxito anunciado por Salk el Gobierno aprobó la vacuna e inició su aplicación en todo el país. Los periódicos auparon a Salk al estrellato como el salvador de la nación, se había logrado por fin vencer a la polio. Pero lo más extraordinario del momento fue que Salk decidió no patentar la vacuna y permitir que todas las empresas farmacéuticas lo pudieran desarrollar sin coste alguno. Cuando le preguntaron quién poseía la patente de la vacuna, Salk respondió: «No hay patente. ¿Se puede patentar el sol?«. La revista Forbes calculó hace unos años que Salk podía haber ganado 7.000 millones de dólares si hubiese patentado la vacuna.
Poco después que su vacuna fuera licenciada, se iniciaron en el mismo año 1955 las primeras campañas de vacunación infantil que permitieron en los siguientes años que los casos de polio registrados en Estados Unidos pasaran de 35.000 en 1953 a 5.600 en 1957 y tan sólo 161 en 1961. Desde 1979 no se han registrado casos de polio en Estados Unidos.
The Cutter Incident
Pero pese al éxito, hubo una pequeña mancha en el curriculum de Salk y su vacuna que acabaría decantando la balanza hacia otro modelo de vacuna. El denominado The Cutter Incident sucedió durante la gran campaña de vacunaciones de 1955 y especialmente en la zona del oeste del país, donde alguno médicos alertaron de casos de polio y parálisis en algunos de los niños vacunados que aparecían precisamente en los brazos donde se había inyectado la vacuna.
Posteriormente, se demostró que todos los casos se había originado por un lote defectuoso de vacunas desarrolladas en los laboratorios Cutter de California. Estas vacunas contenían virus de la polio vivos en lugar de muertos, por un error en el proceso de inactivación del mismo, provocando parálisis en 113 casos y 5 muertes. La compañía retiró inmediatamente los lotes, convirtiéndose en uno de los peores desastres farmacéuticos en la historia de los Estados Unidos.
A parte de este caso, la vacuna de Salk tenía otros inconvenientes, ya que a pesar de que las personas que reciben la vacuna quedaban inmunes a la polimielitis, podían contagiar a personas no vacunadas (son portadoras). Es por ello, que una nueva vacuna desarrollada en los años posteriores por Albert Sabin acabaría sustituyendo a la de Salk.
La nueva vacuna de Sabin
Al mismo tiempo que Salk y su equipo estaban desarrollando su vacuna contra la polio, Albert Sabin estaba también trabajando en su vacuna, pero en este caso utilizando virus vivos.
A fin de no interferir con el estudio que se estaba llevando a cabo por parte de Salk, se decidió que la vacuna de Albert Sabin se ensayase fuera de Estados Unidos. Por esta razón, la vacuna se administró durante los años 1958 y 1959 a millones de personas en la entonces Unión Soviética y también en algunos presidiarios en Estados Unidos. Como los resultados fueron muy favorables, la nueva vacuna de Albert Sabin comenzó a probarse a partir de 1960 en Estados Unidos, inicialmente en 180.000 niños de Cincinnati. Un año más tarde, en 1961, la vacuna se autorizó en Estados Unidos.
A diferencia de la vacuna de Salk que ya se estaba utilizando, la nueva vacuna de Sabin se administraba de una manera más sencilla por vía oral, y su principal ventaja era que las personas vacunadas no sólo quedaban inmunes a la poliomelitis sino que además no eran portadoras.
Por tanto, la vacuna Sabin era superior en cuanto a la facilidad de administración y producía inmunidad a mayor plazo que la vacuna Salk, por lo que a partir de su desarrollo en 1964 fue sustituyendo a la de Salk, que además había recibido algunas críticas debido al incidente de Cutter. A pesar de que la vacuna Salk redujo de forma importante la incidencia de polio, fue la vacuna Sabin la que realmente permitió la eliminación completa del poliovirus salvaje en Estados Unidos.
Pese a todo, la aportación de Jonas Edward Salk a la desaparición de la polio en el mundo fue crucial, convirtiéndose en uno de los grandes hitos de la historia de la medicina. En 1960, Salk fundó el Instituto Salk de Estudios Biológicos en La Jolla, California, que hoy en día continua siendo un centro para la investigación médica y científica de referencia. Él mismo continuó coordinando investigaciones y publicando libros e incluso en sus últimos años se dedicó a tratar de crear una vacuna contra el sida.
Gracias al trabajo de Salk y Sabin y su donación de sus vacunas a la ciencia, la temida polio se puede decir que ha sido prácticamente erradicada del planeta consiguiendo reducir el número de casos de 350.000 en 1988 a sólo 33 en 2018.